Cuando te
conocí me olvidé de los demás. Eras un loco, bohemio sin documentos. Socio de
la soledad, eras la mitad del amor. Sexy y barrigón, te robaste mi corazón. Por
mirarte un segundo (que me cambió la vida) conocí la verdadera libertad.
La distancia
me arde. Tu amor es una dulce condena. Mi corazón eclipsado por las heridas de
tu adiós, recuerda aquellos besos sin saber qué decir más que no se puede vivir
del amor, o si?. Ardo de orgullo y de miedo, y aunque para los demás aquí no
podamos hacerlo, dame 7 segundos, y mano a mano te mostraré que somos, todavía
una canción de amor.
Brindo (con
mi gintonic) por las oportunidades; por los corazones en venta; por el
ascensor, los barcos y los crímenes perfectos. Por los ritmos tristes y el amor
traicionero. Brindo por las gaviotas, la paloma y el salmón.
Desconfío de
los mareados, de los proverbios chinos, del clonazepán y el circo. De las
guerras, el fuego y los aviones. Y de vos, canalla.
Sos mi
quebranto, mi rumbo errado. Sos el compositor que no se detiene. Sos la
revolución (turra), sos lo que no existe más; y por eso lo que nunca se olvida.
Sos el
pálido reflejo en las aguas peligrosas. Sos las heridas y la libertad. Sip. Las
dos cosas. Sos una deuda del corazón.
Hoy, 10 años después, palabras más, palabras
menos: Te extraño...